martes, 27 de abril de 2010

Snuff (2008)



Cuando lees a Palahniuk tienes la sensación, no solo de estar disfrutando con una historia sórdida y completa, sino que además estás aprendiendo. Desde distintas maneras de expresar lo que todo el mundo siente, hasta las formas más dantescas de acabar con la vida de alguien. Todo tiene cabida en las páginas de un libro escrito por Chuck.

Snuff. Un planteamiento simple. Palahniuk siempre ronda el sexo, al igual que la muerte, las drogas y esa mezcla entre amor y odio tan difícil de clasificar, pero siempre rozando lo grotesco y exagerado.

Corto pero intenso, y pese a no ser lo que mejor que he leído suyo, sí es mejor que la mayoría que he leído de los demás.

El bulto que había dentro de los pantalones cortos de la señora Wright se detuvo un momento, colgando de la banda elástica que había en la parte baja de la pernera. La licra y el elástico se doblaron, floreciero, eructaron y dejaron caer una bola de color rosa, reluciente de humedad, que dio un bote, dos y tres, dejando sendas manchas mojadas sobre el cemento gris.

(...)

Me contó que la bola de color rosa había sido fabricada con molde de silicona. Setenta gramos. Veinte milímetros de diámetro. Un ejercicio de Kegel. Te metes la bola y tensas el suelo pélvico. En el pasado, las mujeres asiáticas se insertaban dos bolas metálicas llenas de mercurio dentro de sus cavidades centrales. El mercurio se movía durante todo el día, haciendo rodar las bolas, estimulando a las mujeres, poniéndolas más calientes a medida que el peso de las bolas reforzaban los músculos de su coño. Los maridos llegaban a casa y aquellas amas de casa subidas de revoluciones se los follaban en el recibidor.
Créetelo.
Qué lástima que el mercurio tuviera tendencia a gotear, dice la señora Wright. Las volvía locas. Las envenenaba hasta matarlas.


7'5

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